La cantante, escritora y actriz anticipa cómo será su presentación en la primera edición del Ciclo Per-Verso junto a Flopa Lestani y Francisco Bochatón. Además, comenta cuáles son sus inspiraciones a la hora de escribir, la libertad expresiva que le otorga el rock y su presente en Sué Mon Mont.
El ciclo Per-Verso se llevará a cabo el Jueves 11 de Mayo en el CAFF (Sánchez de Bustamante 764) a partir de las 20 hs.
Rosario Bléfari no se siente escritora pero la literatura es su primer amor. Y no se trata de una falsa modestia sino de un signo característico de quien encara cada proyecto artístico como una sensación de libertad, un momento de estar fuera de sí envuelto en cierta mística del trabajo no forzado, más emparentado con la descarga que con la obligación. Antes del río (Mansalva) y Mis ejemplos (Lecturas ediciones) son sus últimas obras publicadas, el resultado de años de creación silenciosa que la cantante, compositora y actriz volcó en distintos cuadernos y recopiló para darle forma a un libro de prosas poéticas y otro de cuentos.
Probablemente, su faceta musical sea la más conocida – y reconocida – habiéndose destacado como esa frontwoman dulce y letal en Suárez, convirtiéndose en un símbolo de la cultura independiente desde los ’90, década que ella dice que cuesta definir exactamente.
Sin embargo, Bléfari continúa cosechando en cada una de las áreas en las que ha incursionado. La trayectoria artística de quien fue apodada “la reina del indie” es frondosa: actuó en films de María Luisa Bemberg, Albertina Carri y Mariano Galperín, fue la cara protagónica de la película de culto Silvia Prieto filmada por Martín Rejtman, publicó varios libros de poesía y obras de teatro.
ESCUCHA “MISTERIO RELÁMPAGO”:
Con Sué Mon Mont, la banda de pop onírico, ha editado dos EP que fueron celebrados por los amantes de su música, más aun por encontrarse en ese aura de seleccionado indie. En el verano estuvo de gira por la Patagonia con Ariel Schlichter y Federico Orio, con quienes encaró un nuevo proyecto: Paisaje escondido.
Cada área artística parece conciliarse de manera espontánea, con una mezcla de vigor y delicadeza, atravesada por la escritura, esa guía que le permite proyectar, dejar cimientos para actividades que más adelante encontrarán tiempo. No es casual, entonces, que lleve adelante talleres de ideas de escritura para la composición de canciones, sin dejar de considerar al rock como un género en el que puede hallar la libertad absoluta, un desafío expedicionario, una dinámica particular otorgada por los personajes y situaciones que emergen de las canciones del rock, a diferencia de otros géneros.
Este jueves el CAFF (Café Atlético Fernández Fierro) albergará una de las facetas de Rosario Bléfari: su proyecto solista en formato acústico con Alejo Auslender y Nicolás Merlino en guitarras y Federico Orio en percusión.
¿Tu escritura surge de intereses del momento o es algo que decanta luego de un largo tiempo?
Las dos cosas son inseparables: el momento es siempre protagonista de cualquier escritura porque algo puede estar macerando, destilándose o esperando largo tiempo pero es un momento en el que se abre la compuerta, y es un momento también el inicio de la maceración. Algo se deposita en un momento y comienza un largo recorrido.
¿El rock otorga mayor libertad dramática?
No, dramática no, pero sí mayor libertad expresiva porque es más admitida la presencia del cuerpo -el gesto, la voz, el grito, el movimiento- en todo el transcurrir de la palabra. También puede aportar libertad a la hora de dejar de lado lo solemne. Es una voz que siempre alerta contra eso.
En una entrevista que te hicieron después de la publicación de tu último libro dijiste que tu idea es que “el texto se vuelva un signo de otra cosa”, ¿cómo se logra eso? ¿Tenés un método particular para abordar la prosa?
No tengo ningún método y mi camino es largo pero a la vez recién comienzo con todo, me siento en los primeros tramos de algo que hace mucho viene trabajando conmigo. A lo que me refería es al tamaño de las unidades de sentido, una palabra, una frase, un párrafo, un cuento, un libro de cuentos, todos los libros de cuento, van conformando un idioma, son un sistema de signos adentro de otro, que va del compartido por todos en la unidad mínima al cada vez más particular de cada artista, autor, o como quiera llamársele a quien se particulariza con esas voces. Que a su vez pueden, como signo mayor hacer que se “escriban” más cosas. Una compilación, una biblioteca es una oración o un párrafo o una novela.
¿Encarás la escritura a nivel de ritmo y sonoridad o en términos de sentido?
Ambas riendas van agarradas, pero siempre una se nos escapa, o la aflojamos un poco. Es quien lee quien maneja también ese carro del texto. Trato de llevarlas a la par pero cuando aflojamos una o la otra, a propósito o no, se producen esos desvíos que, quiero creer, muchas veces resultan en hallazgos, como los descuidos, la particularidad. Muchas veces en la poesía me permití por ejemplo dejar una rima que aparece de golpe, casi desubicada, porque me gusta ser un poco insolente, porque la rima es como antigua y olvidada o como demasiado pibe, calle, rap y su aparición es molesta. Lo elegí como en la música elijo y elegía desde el comienzo cosas un poco corridas del cómo debería ser en ese momento o hacia donde se tiende a cada hora.
Por ejemplo, a veces toco la flauta dulce, una como de escuela, instrumento apartado, incompatible aparentemente con cierta música o cierto clima. Hace poco escuché que una chica del público comentaba “¡No! sacó una flauta, ¿va a tocar la flauta? ¡Me muero!”. Había pasado exactamente lo que me divertía de ese gesto, es que ¿por qué no? ¿Prefiero mayor prolijidad? ¿Qué es la coherencia en estos casos? La reacción de la chica era como de sorpresa y complicidad, así la recibí al menos. Me gusta eso. Corrigiendo los poemas muchas veces dejo esos hilos, yo misma los deshilacho, una desubicación, esas desprolijidades porque me gusta eso, porque soy desprolija de nacimiento además, ni siquiera lo considero desprolijidad. Agradezco que existan esas tendencias o normas que aprueban y desaprueban porque gracias a ellas puedo entrar y salir de algo y que eso sea un signo también y poder hablar a través de eso. Amo ciertas formas de la simpleza, de la brutalidad, del desorden. Me gusta lo poco, el espacio, el silencio, la línea simple y me gustan ciertos abarrotamientos, recargas, desbordes. Pero recién comienzo con todo, siento que realmente estoy ahora empezando.
¿Por qué solías decir que tu carrera como solista empezó/surgió accidentalmente?
Porque no sabía que Suárez iba a detenerse cuando salió mi primer disco solista, que es Cara, gracias a ese disco, viajé a Berlín y compartí un concierto con otras mujeres de distintas partes del mundo que fueron como yo editadas en la colección “4women no cry” del sello Monika. Mientras lo grababa con Gonzalo Córdoba y utilizaba audios de Fabio Suárez que había grabado un concierto de campanas y otras cosas en la calle o una batería de Diego Fosser, yo creía que estaba en un camino paralelo. Pero al detenerse Suárez quedé en ese camino y seguí sola. Armé una banda, salí a tocar, seguí grabando discos.
¿Estás en un constante desdoblamiento absoluto, multiplicándote para poder llevar adelante cada proyecto que encaras o en qué etapa consideras que estás ahora?
En un constante desdoblamiento absoluto en este preciso momento.
¿Qué emociones, desafíos y -si las hay- contras tiene formar parte de una banda como SMM que combina dos generaciones del indie local y está integrada por músicos que protagonizan y pisan fuerte en la escena independiente actual?
Es una emoción suave, dulce, natural, son como mis parientes, mis hijos, hermanitos, amigos, no sé, mis compañeros queridos. Estamos muy a gusto juntos y todo nos sale muy fácil. Es raro y común a la vez.
¿Cuál es la “clave” para sacar discos solista de manera casi consecutiva, algunos con una impronta más rockera, con distintos ejes y temáticas?
Bueno supongo que no hay una clave sino simplemente hacer lo que tenés ganas de hacer. Se te ocurre algo y hacer aunque sea un pequeño gran movimiento en ese sentido, ¿querés tocar metal y hacer una banda de chicas? ¿Eso querés? hay que confiar en los instintos, no hay nada que perder. Porque de movida ya está todo perdido.
Empezar a buscar compañeras, escuchar y estudiar ese género si no lo conocés a fondo, pongamoslé que fuera así, ir a ver bandas, escribir mucho, leer literatura que alimente tu imaginario metálico, no sé, todo lo posible, empezar a ensayar, improvisar, proponer temas y empezar a tocarlos, grabarse así nomás con cualquier cosa para escucharse mucho. Eso siempre lo hice y con los Sué Mon Mont fue importante ese momento de todos escuchando nuestra propia banda y sintiendo que nos gustaba mucho.
Y si no te gusta, modificás lo necesario. Hablás si es necesario con los músicos todo lo que haya que hablar, si a alguno no le gusta lo que hace la otra, pero, si es posible, mejor tocar más que hablar. Si no hay molestias, diferencias estéticas, tocar y tocar. Y bueno, tratar de hacer una fecha y todo lo demás. No es fácil, pero tampoco es imposible.
ESCUCHA SUÉ MON MONT:
¿Cómo te preparas para la fecha del Ciclo Per-verso? ¿Ya habías compartido escenario anteriormente con Bochatón y Flopa Lestani?
Hace poco compartimos una fecha eléctrica en el sur de Buenos Aires en Temperley con Bochatón. Fue muy lindo. Y con Flopa hace mucho, en mis épocas de Misterio relámpago, el disco, pero la conozco bastante y la quiero mucho, es una persona adorable y una gran artista.
¿Con qué atmósfera dirías que puede encontrarse quien nunca vio a Rosario Blefari en versión acústica?
Las canciones en exposición absoluta, letras y melodía. Y los músicos, yo incluida, disfrutando del escuchar y seguir ese camino que va marcando la canción.